2 de octubre de 2009

ORIGEN DE LA BIBLIOTECA AMAZONICA

En mayo de 1972 fue creado por el entonces Vicario Apostólico de Iquitos, Mons. Gabino Peral de la Torre, el Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA), institución que tenía como objetivo adecuar las orientaciones del Concilio Vaticano II (1965) a la compleja realidad sociocultural de la selva amazónica. Había que aportar elementos teológicos de reflexión para lograr la "encarnación de la Iglesia" a nuestra realidad, por lo que contar con una biblioteca era una necesidad inherente para alcanzar este propósito. Al año siguiente, con el aporte de la biblioteca personal de algunos sacerdotes, se reunió un centenar de libros sobre teología y filosofía. Nacía así con vida propia lo que hoy es la Biblioteca Amazónica.
Los nombres de tres sacerdotes agustinos, muertos en temprana edad, quedarán grabados para siempre en la rúbrica que llevan los libros que generosamente pusieron al servicio del bien común: Valentín García, Agustín Alcalá y Jesús San Román.
Sin embargo, faltaba otra dimensión del proceso. Si era suficiente, aunque modesta, la cantidad de títulos bíblico-teológico-pastorales, no lo eran ni de lejos los fondos de carácter histórico, social, y, sobre todo, amazónico. El CETA se dio a una búsqueda indesmayable. Fue una silenciosa pero intensa campaña conocida como "la repatriación de la información". Librerías del viejo del mundo, contactos personales, compra de libros nuevos, rescate de testimonios pasados, acopio de audiovisuales, hemerotecas y mapas que recogiesen cuanto vestigio apareciese de la memoria de nuestro pueblo.
Hay que reconocer el trabajo indesmayable y el desprendimiento del P. Jaime Regan jesuita, quien hurgó afanosamente en todas las librerias de la Lima antigua y adquirió cuanto libro, folleto y documento halló sobre la Amazonía; el eminente etnohistoriador brasilero Carlos de Araujo Moreira Neto que cedió más de 2,000 títulos de su voluminosa biblioteca privada; el etnólogo peruano Stefano Varesse que donó también su propia biblioteca de 2,500 títulos; y el periodísta y cronista de Loreto, Luis Alfonso Navarro Cauper, quien antes de su muerte, legó al CETA su colección de periódicos y archivos personales.
En menos de 10 años se logró conseguir que la colección sobre temática amazónica fuese la más rica del Perú y una de las más importantes de América Latina.

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